sábado, 27 de junio de 2009

El voto nuestro de cada tres años | Ediciones Impresas Milenio

Augusto Chacón
2009-06-27

Si nos atenemos a la campaña antipersonal que el equipo del candidato a la presidencia municipal de Guadalajara del PAN, Jorge Salinas, tiene contra su rival del PRI, Aristóteles Sandoval, los ciudadanos están fritos: si gana el PRI y las acusaciones lanzadas contra su candidato por Acción Nacional tienen algo de verdad, el crimen organizado custodiará a esta leal ciudad; pero si triunfa el PAN, el primer edil será un inepto probado: durante dos años fue diputado y no se enteró de que un político destacado del Revolucionario Institucional estaba en malos pasos. El voto como disparo en la sien.

Pero además, si Salinas sale avante tendrá que denunciar formalmente a Sandoval; de otro modo quedará en evidencia que el presidente municipal electo es capaz de mentir con tal de lograr el poder. Luego de todo lo que desde su bando han dicho se ve difícil que pueda compartir las sesiones de cabildo con un personaje, Aristóteles, al que le conceda tan poca calidad moral. Pero podemos apostar: no lo hará, en ningún caso, y la víctima no demandará a su calumniador. El sufragio efectivo como averiguación previa.

Tal vez sucede que no he entendido que las campañas electorales son una suspensión provisional de la inteligencia, del marco legal y de la buena educación entre los políticos, y que esto de andarle buscando fondo intelectual a declaraciones que se atienen únicamente a la atmósfera de los comicios es una pérdida de tiempo. El código imperante en este receso obligado de las buenas costumbres tiene artículos que representan, cada uno, una ley: ¡el que tiene más saliva traga más pinole! ¡A ver de cuál cuero salen más correas! ¡El que pega primero pega dos veces! ¡Calumnia, que algo queda! ¡El fin justifica los medios! Las acusaciones son únicamente para precipitar la voluntad ciudadana, misma que de otro modo no puede saber lo que le conviene; una vez oficializados ganadores y perdedores, los señalamientos perderán vigencia y claro, carecerán de cualquier efecto legal. El voto como puntuación de pelea de box.

Pero si lo más visible en la búsqueda del sufragio es que todo se vale —mentir, engañar, difamar, insultar, victimizarse— para seducir electores, ¿qué concepto tienen los partidos políticos de los ciudadanos en edad de votar? Es claro: los ciudadanos nomás reaccionan a estímulos primarios —tinacos, despensas, sacos de cemento, etc.— y tienden a favorecer acríticamente a aquél que hace más señalamientos negativos de su oponente. El voto como la baba del perro de Pávlov.

Campañas como esta del PAN en Guadalajara son peligrosas; no tanto porque pueda hacer que gane Jorge Salinas —cosa que no luce benéfica para la ciudad—, o porque le resulte en sentido contrario y termine ganando Aristóteles Sandoval —cosa que no luce benéfica para la ciudad—, sino porque este suspender el estado de derecho ya rebasó el discurso y llegó al ejercicio de la autoridad local: al jefe de la policía, Macedonio Tamez, y al presidente municipal, Alfonso Petersen, les pareció más importante defender su neutralidad en el proceso electoral que respetar la Constitución General de la República: la fuerza pública reaccionó a una llamada anónima como si de orden de juez se tratara y violó el Artículo 16, amenazando a un candidato con las armas y con todo lujo de prepotencia, para orgullo de sus jefes; así lo indica la afirmación de Tamez, según Público: “cuando se da una denuncia anónima de esta naturaleza, es obligación atenderla”. A los habitantes de por acá no nos queda sino tragar saliva y temblar: como el siglo XVII basta un acusador, quien sea, para que cualquiera se pudra en las mazmorras de la Inquisición. Y ellos, ¿se dieron cuenta? No, el alcalde nomás atinó a pedir que se levantara una denuncia para buscar al anónimo que llamó, y su subalterno Tamez concedió que tal vez les habían tendido “un cuatro”. ¡Para impedir esto se legisló en 1917! Pero debemos perdonar su ignorancia y la ilegalidad: estamos, todos, en campaña. El voto como absolvedor de todos los pecados y como acto de sumisión.

Guadalajara es el botón: así está el mundo electoral mexicano. Pero al final, el voto no es nada y es todo, es principio y fin. Instrumento político y botín. ¿Qué es para cada uno de nosotros? ¿A quién nos gustaría ver celebrando con el nuestro? El voto nulo masivo anticipa un festejo personal liberador, un ya basta estentóreo.
abenavides@milenio.com

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